¿Por qué comemos uvas para alcanzar nuestras metas de Año Nuevo?
En muchos países de América Latina se acostumbra comer doce uvas para celebrar la llegada de un nuevo año. Tradicionalmente, estas uvas se comen con cada una de las campanadas que marca el fin de un ciclo y el inicio de otro. Con este pequeño ritual se asegura la prosperidad durante los siguientes doce meses, representados por las dulces y pequeñas frutas.
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¿Qué representan la uvas en Año Nuevo?
Cuando el reloj marca las doce en el 31 de diciembre ha llegado el momento del cambio de año. Las doce uvas que se comen durante este tiempo, acompañando las campanadas del reloj, representan las doce horas del día, así como la medianoche, un tiempo de oscuridad en que la fe nos ayuda a salir adelante hasta la llegada de la luz.
Un deseo para cada mes
Estas uvas también representan los doce meses que tenemos por delante en el año que apenas inicia. Comerlas es símbolo de abundancia y felicidad para cada uno de esos meses. Asimismo, se piensa que las uvas simbolizan deseos o metas que esperamos ver hechos realidad en el siguiente año.
¿Dónde se originó la tradición?
Aunque la tradición de comer uvas en el año que inicia está muy arraigada en los países de Latinoamérica, su origen no se encuentra en este continente. En realidad, esta práctica surgió en Europa, y más específicamente en España, hace poco más de 100 años.
¿Cómo surgió la tradición?
El ritual tiene una misteriosa historia de origen, pues distintas fuentes aseguran que ocurrió de formas diversas. Una de las versiones más populares, sin embargo, afirma que, hacia 1909, hubo una gran cosecha de uvas en la región de Alicante. Esto llevó a los viticultores de la zona a ofrecer el excedente de este fruto a precios bajos. Para lograrlo, se valieron de una novedosa práctica que muy pronto se volvería tradicional: durante las celebraciones de Año Nuevo, cada miembro de la familia debería comer doce uvas para coincidir con las doce campanadas de la medianoche.
¿Por qué comemos uvas en Año Nuevo?
Es muy probable que la tradición llegara a México y a toda América Latina a través de Cuba, una isla con una intensa vida comercial. Los inmigrantes españoles que llegaban a Cuba llevaban consigo el ritual de las uvas, popularizándolo en cualquier lugar a donde llegaban. Su presencia se reforzó con la llegada de miles de refugiados procedentes de España, que encontraron asilo en América durante la Guerra Civil.
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