El tipo de cambio del peso mexicano frente al dólar se ha insertado en el inconsciente colectivo como indicador de salud económica nacional y familiar. Por ello he preparado una lista con aspectos notables de este famoso.
La fijación de los mexicanos con el tipo de cambio tiene su antecedente en las experiencias traumáticas de antaño. En los 60, 80 y 90 del siglo pasado nos despertábamos con devaluaciones de la moneda preparadas sigilosamente.
Los dramáticos deslices cambiarios entre 1976 y 1994 fueron consecuencia de los choques de deuda y el desajuste de las finanzas públicas de la economía nacional.
El tipo de cambio dio lugar a expresiones folclóricas que se recuerdan hasta hoy. El expresidente José López Portillo enfatizó, al borde del llanto, en 1982, durante su sexto Informe de Gobierno, que defendería al peso ‘como un perro’.
Las devaluaciones trajeron consigo espirales de inflación, desempleo y bajo crecimiento.
A diferencia del pasado, cuando el tipo de cambio era fijo, desde diciembre de 1994 es flotante: está sujeto a la oferta y demanda de dólares. Esta es una de las decisiones de política económica más relevantes de modernidad y fue responsabilidad del entonces presidente Ernesto Zedillo Ponce de León.
El tipo de cambio se fija como el precio de cualquier otra mercancía; entre más dólares hay en la economía menor será su precio y viceversa.
¿Qué factores inciden en una relativa abundancia de dólares? Los incrementos en la tasa de interés implementados por Banxico, inversión extranjera que no ha cesado de llegar, niveles históricos de remesas y el ambiente macroeconómico estable en la economía nacional.
La semana del 13 de enero pasado el tipo de cambio del peso en relación al dólar experimentó niveles de 18.7 pesos por dólar.
Entre las ventajas de lo anterior destaca un menor pago de la deuda externa, reducción de la inflación y mayor rendimiento de las inversiones.
Entre las desventajas está una menor competitividad en exportaciones, menor recepción de pesos por remesas en dólares y menor atracción de turismo extranjero.
Ya que el tipo de cambio no depende del presidente y no es precioso atribuir su fortaleza o devaluación a sus acciones directas, él ya no tiene que defender al peso como un perro.