En este sexenio México crecerá a un ritmo promedio del 0.6% anual, el crecimiento más bajo desde el sexenio de 1982 a 1986. Tendremos un crecimiento mediocre en comparación con 5% de los mercados emergentes que son nuestro referente más inmediato. ¿Qué ha llevado a la economía mexicana a experimentar semejante atasco del 2018 a la fecha? Se ha dicho que la pandemia y la guerra nos afectaron, pero hay dinámicas internas en la economía mexicana que debemos considerar.
La caída de la inversión provocó la caída del crecimiento. Si asumimos que eso es cierto, entonces la responsabilidad no sería precisamente de la política fiscal, ya que la inversión del Gobierno, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), sólo representa 3% del PIB, mientras que la inversión privada es del orden del 16% del agregado de producción nacional.
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¿Quién tiene entonces la llave del crecimiento en nuestro país? Si lo vemos por la inversión, evidentemente es el mundo de los negocios representado por las empresas. México es de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que menos impuestos recauda, por ello no se le puede pedir al gobierno que mantenga la disciplina fiscal y al mismo tiempo fomente la inversión para crecer. Si todos los recursos son escasos, hay prioridades y claramente para nuestro gobierno la prioridad es la disciplina fiscal, no el crecimiento.
Bien nos haría revisar los fundamentos de la economía mexicana y combatir seriamente los monopolios depredadores que le restan competitividad y crecimiento, Pemex y la CFE entre ellos pero también un grupo considerable de monopolios privados. Además de fomentar la libre competencia deberíamos migrar hacia una economía del conocimiento, lo cual implica alentar seriamente la ciencia, la tecnología y el registro de patentes.
Podemos mantener el modelo de desarrollo basado en una economía de servicio con mano de obra competitiva y barata, pero tendríamos que incrementar constantemente la productividad, lo cual sólo se logrará con mayor educación y salud.
El sector externo puede seguir siendo palanca del crecimiento; sin embargo, deberíamos ser más estratégicos y adecuar los intereses locales con los globales y sobre todo fomentar el consumo, la industrialización y el crecimiento interno.
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No menos importante sería fortalecer el Estado para que éste lleve a cabo las actividades que vislumbró Adam Smith: impartir justicia, combatir a los monopolios y asegurar la vida de sus habitantes. Al respecto, las cifras de injusticia, inseguridad, violencia y fortalecimiento de los monopolios confirman que ni el gobierno actual ni los anteriores han dado aún pasos firmes para que dejemos de ser un Estado fallido.
Finalmente, bien nos haría ajustar el modelo empresarial y de negocios mexicano con las sanas prácticas de riesgo e innovación, haciendo a un lado el paternalismo y el modelo de crecimiento basado en el gasto público, de lo contrario seremos como aquellos personajes de Fuente Ovejuna ante la pregunta ¿quién fue el responsable del magro crecimiento mexicano? Fuimos todos.
Autor: Jimy Cruz Camacho, Partner Transfer Pricing and Valuations en PFK México
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