La falta de educación financiera y digital en algunos sectores facilita su éxito.
En México, existen fraudes comunes que se han diversificado con el crecimiento de la tecnología y el uso de plataformas digitales.
Desde estafas por internet hasta extorsiones telefónicas, los delincuentes se adaptan rápidamente para engañar a personas de todas las edades. La falta de educación financiera y digital en algunos sectores facilita su éxito.
Uno de los fraudes más frecuentes es el de los préstamos exprés ofrecidos por aplicaciones no reguladas. Estas plataformas prometen dinero inmediato sin requisitos, pero luego imponen intereses altísimos y amenazan a los usuarios con mensajes intimidantes si no pagan.
Muchas veces, estas apps acceden a tus contactos y fotos, lo que agrava la situación.
También persisten las pirámides financieras, disfrazadas de inversiones milagrosas. Quienes entran deben invitar a más personas para obtener ganancias, pero el esquema colapsa cuando ya no hay nuevos participantes.
El daño económico es profundo y muchas veces no hay forma de recuperar lo perdido.
Las suplantaciones de identidad mediante llamadas, correos o mensajes son cada vez más sofisticadas. El delincuente se hace pasar por un banco, institución gubernamental o empresa conocida, solicitando datos personales o bancarios.
Una vez obtenida la información, vacían cuentas o solicitan créditos a tu nombre.
La venta en línea de productos falsos o inexistentes también es una modalidad común. Sitios web o redes sociales ofrecen artículos a precios muy bajos, pero después de pagar, el producto nunca llega o resulta ser una imitación.
En muchos casos, el contacto desaparece tras la transacción.
Otra forma de fraude es la extorsión telefónica, donde el criminal afirma tener secuestrado a un familiar o amenaza con cargos legales falsos. El objetivo es generar miedo y obtener dinero de manera urgente. Este tipo de estafa ha afectado tanto a personas como a pequeñas empresas.
Además, se han detectado transferencias fantasma, en las que se suplanta el nombre de una empresa reconocida para pedir pagos por productos o servicios. El dinero se deposita en cuentas falsas y, cuando la víctima se da cuenta, ya es demasiado tarde para recuperarlo.
Para evitar caer en estos engaños, es clave verificar siempre la identidad de quien contacta, desconfiar de ofertas demasiado buenas y no compartir datos personales por teléfono o mensajes.
Denunciar cualquier intento de fraude ayuda a que otras personas también estén alertas.
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